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Carlos Rilova

El correo de la historia

Una mala quincena para la Historia del Cine. De Claudia Cardinale a Fray Junípero Serra

Por Carlos Rilova Jericó

Esta semana pasada, el 23 de septiembre, caía, víctima del tiempo, Claudia Cardinale. Otro gran nombre de una generación de actores y actrices al servicio de la maquinaria de Hollywood. Poco antes, el 16, desaparecía Robert Redford. Así, la muerte de ambos me ha llevado a recordar, una vez más, la estrecha relación de esa famosa “Fábrica de sueños” con la Historia.

Y es que tanto Redford como Claudia Cardinale rodaron muchas películas que se basaban en hechos históricos. Por sólo citar algunas el actor protagonizó títulos como “El Grab Gatsby” o “El golpe”, que describían con bastante precisión la Norteamérica de la época de la Ley Seca y la subsiguiente de la Gran Depresión. Ella, por su parte, fue una de las protagonistas, absolutas, de la adaptación al Cine de “El Gatopardo”. La gran novela sobre la Italia del “Risorgimiento”.

Además tanto Robert Redford como Claudia Cardinale protagonizaron “Westerns” que hicieron época. Él un clásico como “Dos hombres y un destino” y ella otro de similar calibre como “Hasta que llegó su hora”. Dos películas de un género cinematográfico que en el correo de la Historia, desde luego, nunca se ha dudado tenga un gran valor para aproximar a mucho público a los hechos del pasado. La materia, en fin, con la que se hace esta ciencia…

Algo que, sin embargo, no siempre ocurre. Puede que, por ejemplo, “Dos hombres y un destino”, como mucho de lo que hizo Robert Redford como actor, productor y director, sea ya Historia del Cine. (y documento histórico a futuro, de hecho), pero la narración de esa película sobre las andanzas entre 1889 y 1908 de Butch Cassidy y Sundance Kid, está lejos de ser veraz.

Algo común en Hollywood. Y más común cuanto mas retrocedemos atrás en las décadas de su Historia y más nos aproximamos a una España que no sólo sirve de plató al aire libre para reproducir el Lejano Oeste (como ocurre en “Hasta que llegó su hora”) sino para ventilar en la pantalla cuestiones históricas que tienen que ver con la Historia de españoles o hispanos.

A ese punto llegué, casi por sorpresa, este jueves 25 de septiembre. Ese día el canal de Televisión 13 TV emitió una película norteamericana titulada “Siete ciudades de oro”. En ella tenía un papel protagonista Anthony Quinn, que, precisamente, coincidió más de una vez en los platós con Claudia Cardinale.

La presencia de Quinn y la fecha de la película, 1955, ya me hicieron temer lo peor. Es decir: iba a ver allí más Leyenda Negra y psicosis colectiva anglosajona ante lo español e hispano y su incapacidad de asimilarlo pese a que anglosajones e hispanos son primos hermanos europeos.

Siete ciudades de oro”, desde luego, no me defraudó en absoluto a ese respecto… Para empezar los hechos que refleja esa película se basan en una premisa inexistente. Así la expedición del capitán Gaspar de Portolá y Rovira (un catalán, de Lérida, efectivamente) a las Californias, a la que alude la película desde su título, nunca tuvo como objetivo encontrar esas míticas siete ciudades de Cíbola -algo equivalente a El Dorado pero emplazado en Norteamérica- sino asentar sobre una zona imprecisa, disputada con rusos y británicos, la autoridad de la corona española que ya conocía y había explorado esa costa californiana desde hacía más de 150 años.

Algo que la película falsea. Y le es muy necesario porque el guion, basado en una novela de Isabelle Gibson Ziegler, parte de la habitual serie de ideas propia de la Leyenda Negra americana tan cara al mundo anglosajón y sus odios -y tambn miedos más o menos irracionales- hacia lo español y lo hispano.

En efecto, en los primeros compases de la película se refleja a un Fray Junípero Serra que parece ya prefigurar al santo que en el año 2015 canonizará el Papa Francisco. Es un hombre investido de ribetes algo fanáticos que se enfrenta con uno de los oficiales españoles antes de que parta la expedición a esa fantasiosa búsqueda de las Siete Ciudades de Cíbola que no estuvo nunca en los pliegos de órdenes remitidos al capitán Portolá por la administración española.

A despecho de eso el enfrentamiento entre el monje franciscano y el militar español empieza a causa de que el oficial dice que el abuelo de su abuelo había estado en la Batalla de Cholula y la quiere hacer pasar ante sus compañeros de armas como un hecho glorioso que reportó grandes riquezas. A eso responde un airado Fray Junípero diciendo que Hernán Cortés y sus hombres mataron a unos pobres nativos que nunca habían visto armas como las picas y que toda la riqueza que se obtuvo ese día fue pisando sangre…

El tono de la película sigue por ese mismo camino. Así, con muy vagas alusiones a los hechos reales, la expedición parte hacia las que luego serán grandes ciudades californianas como San Diego (una de las principales bases de la Marina estadounidense), Monterrey, San Francisco… desplegando ahí una vergonzante colección de uniformes de fantasía donde se mezclan, sin criterio, elementos propios de los famosos dragones de cuera, reproducciones más o menos fieles de los uniformes españoles del siglo XVIII -idénticos, salvo en el color, a los británicos o franceses en el mundo real de la Europa dieciochesca- y la asombrosa presencia de tropas armadas con morriones de acero y las denostadas picas al estilo de los conquistadores del siglo XVI.

Los morriones, además, por una razón que se me escapa, están sistemáticamente oxidados a diferencia de las propias picas y las armas de fuego que también portan los soldados de esa bizarra -en el sentido francés de la palabra- expedición que el Hollywood de los años 50 plasmó en restallante DeLuxe Color para solaz del público norteamericano y mundial. Incluido el de aquella España que salía de una dura posguerra y se abría a la tutela estadounidense desde el año 1955. A un precio bastante elevado, teniendo en cuenta ese zarandeo cinematográfico no demasiado elogioso. Donde los españoles eran reflejados como iluminados que aborrecen de su propia Historia o como trasnochados “conquistadores” a la búsqueda de míticas ciudades de los “salvajes” americanos cargadas de riquezas aún desaprovechadas,

Poco más hay en “Siete ciudades de oro”, salvo alusiones demasiado vagas a la verdadera misión del capitán Portolá y a la verdadera España del siglo XVIII y a la verdadera vida de San Junípero Serra que se puede ver, por ejemplo, reflejada de manera muy ponderada en ensayos de Historia como “The Worlds of Junípero Serra. Historical Contexts and Cultural Representations”. Una obra con abundante presencia de historiadores hispanos publicada en el año 2018 por la Universidad de California, donde se nos advierte sobre un Fray Junípero sacado de su verdadero contexto histórico (en gran parte el de esa misión del capitán Portolá que nada tiene que ver con las fantasías hollywoodienses) desde la ceremonia de su canonización en Washington D. C. por el Papa para ser convertido en arma política de unos y de otros que, para ello, tienen, otra vez, que ignorar los personajes y hechos históricos como se hizo en “Siete ciudades de oro”.

Una revuelta cuestión (como muchas otras en la Historia) que nos devuelve al Cine sobre la Historia española y lo chocante que resulta que una cadena como 13 TV -no precisamente hispanófoba como los que vocean cada 12 de octubre ciertas consignas- emita películas como “Siete ciudades de oro” (o, también, “Orgullo y pasión”) donde la Historia de España se convierte en una triste carnavalada en lugar de producciones de la talla de, por ejemplo, “La Misión”.

La única respuesta razonable que se me ocurre es la ausencia material de películas de ese porte que puedan saciar a un público cada vez más ávido de conocer hechos como aquellos a los que alude tan vagamente y tan retorcidamente una película como “Siete ciudades de oro”.

Una cuestión esta sobre la que deberían reflexionar no ya los historiadores, sino los editores, los productores, los propietarios de radios y cadenas de Televisión… españoles. Pues, ciertamente, les va mucho en el envite en un panorama de la audiencia hispana (de varios centenares de millones de potenciales clientes) que empieza a cambiar. Radicalmente además…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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