>

Blogs

Carlos Rilova

El correo de la historia

La fama de Lord Wellington y la Historia de España

Por Carlos Rilova Jericó

Decía un gran divulgador de la Historia, el doctor Isaac Asimov, que pocos personajes históricos habían disfrutado de una fama tan inflada como el rey Ricardo Corazón de León. Generalmente reflejado en novelas, Cine… como un perfecto caballero aunque la Historia real, no la crónica cortesana, recogía una cara muy distinta. La de un tipo solapado y desleal, quizás valiente en combate pero de muy poco fiar en todo lo demás.

Pero a eso se podría añadir que no sería el del rey Ricardo el único caso en la Historia inglesa donde hay una fama tan sobredimensionada. Arthur Wellesley, el duque de Ciudad Rodrigo, el duque de Wellington (y muchos otros títulos), es un asunto similar que, desde hace años, me ha llamado la atención. Y es que da la impresión de que con Wellington el famoso culto a la personalidad que siempre asociamos con regímenes totalitarios, dictatoriales, se da, hoy mismo, en Gran Bretaña cada vez que se habla de él. No importa en qué soporte o medio.

En efecto, en cada fecha señalada pueden, por ejemplo, encontrarse referencias en las redes sociales en las que incluso historiadores académicos, profesionales, exaltan la figura de Wellington (en competencia con la del almirante Nelson) de un modo casi religioso, casi, sí, al estilo del culto a la personalidad reservado en las dictaduras a ciertos “amados líderes”.

Parece así obvio que los británicos (y en general los anglosajones) han creado, desde el siglo XIX, un relato que puede llamarse histórico pero que en realidad, por el modo en el que es abordado, parece tener más de leyenda que de Historia.

El mecanismo es sutil. E interesante. Para empezar se utiliza para ese fin como fuente documental, casi en exclusiva, lo que el mismo Wellington dijo acerca de sí mismo a partir, sobre todo, de su correspondencia militar, los llamados “Wellington´s Dispatches” recopilados y publicados desde mediados del siglo XIX, cuando ese relato peculiar empezó a desarrollarse.

Eso, desde el punto de vista de la Metodología para escribir Historia, es un fallo fundamental. Los historiadores, cuando disponemos de documentación variada (y ese es el caso en las guerras napoleónicas), estamos obligados a contrastar una fuente de información con otra para sacar una visión equilibrada, objetiva, de lo que ocurrió en una época determinada.

En el caso de los “Wellington´s Dispatches” es cierto que se han incluido documentos de otra procedencia que no es la británica. Aparecen así en ese documento correspondencia y partes de guerra de oficiales franceses sobre hechos en los que estuvo involucrado Wellington. Sin embargo el punto de vista de portugueses y españoles está prácticamente desaparecido en esa fuente.

¿Cuál es el problema con esto?, se podría preguntar. Pues sencillamente que no se puede escribir la Historia de las guerras napoleónicas en España tomando como fuente únicamente los “Wellington´s dispatches”. Algo que, sin embargo, se ha hecho con demasiada frecuencia. Con tanta que incluso cuando los historiadores británicos -o anglosajones- abordan la cuestión, aun consultando otras fuentes, siempre tienen una visión dominada por el sesgo, por el punto de vista, de los hechos establecido por Arthur Wellesley, Lord Wellington, en esos “Dispatches”.

Ese juicio subjetivo del general británico es sumamente desfavorable para las fuerzas armadas españolas en esa fase decisiva de las guerras napoleónicas. Así los generales españoles con los que el Lord se cruza en los distintos teatros de operaciones, oscilan entre ser descritos como simples jefes de partidas guerrilleras no demasiado útiles o como completos incompetentes -así se ha afirmado- incapaces de mover y hacer combatir a tropas regulares más allá de una simple división.

Sin embargo, si comparamos esas altivas apreciaciones de Wellington con la realidad, el ídolo británico pronto empieza a oscurecerse. Y es que la documentación generada por el reorganizado Ejército español, que se va a batir junto a Wellington durante seis largos años, dice otra cosa.

Esos documentos, del Archivo General Militar de Segovia, del Histórico Nacional… ofrecen correspondencia y partes de militares españoles que aparecen en la vanguardia de los teatros de operaciones sirviendo como fuerza de contención al Ejército hispano-anglo-portugués que Wellington esta organizando fundamentalmente tras las defensas de Torres Vedras, donde va a pasar -a cubierto- gran parte de la guerra.

Eso altera fundamentalmente la fama póstuma que se ha creado en el relato anglosajón sobre episodios como el de la Batalla de Gévora, en la que el general guipuzcoano Gabriel de Mendizabal e Iraeta sufrirá una importante derrota. Tanto libros de Historia como novelas de las llamadas “históricas”, han alentado una visión de desastrosa incompetencia española alimentada exclusivamente en lo que dicen sobre el asunto -una vez más- los “Wellington´s Dispatches” y el culto a la personalidad del general británico fomentado por ese único documento.

Algo que contrasta fuertemente con lo que dicen las fuentes españolas sobre esa batalla conservadas, por ejemplo, en el Archivo Histórico Nacional.

Vemos así en esa otra documentación cartas firmadas por Gabriel de Mendizabal que relatan cómo antes de que las tropas francesas caigan sobre Gévora él, como general sobre el terreno, está mandando avisos sobre la necesidad de que el británico refuerce cuanto le sea posible las líneas defensivas de esa plaza que él protege.

La respuesta que llega desde el fondo de Portugal viene a ser, más o menos, que se las apañen como puedan, que no hay ayuda posible. Y eso pese a que parte de esa correspondencia se redacta con el tacto y la diplomacia habituales en el enlace español de Wellington: el general Álava, que desde luego estaba en buenas y cordiales relaciones de paisanaje con Gabriel de Mendizabal.

El resultado será la ruptura del frente, al amparo de una noche de niebla, y la caída de la plaza de Badajoz a causa, sobre todo, de la cuestionable actitud tomada por el oficial español al mando de la defensa del recinto amurallado.

Por lo demás el general Mendizabal, según esa documentación del Archivo Histórico Nacional, hará todo lo posible para sacar del aprieto al mayor número posible de efectivos de su Ejército conduciéndolos hacia el interior de Portugal para reagruparlos…

Posteriormente en la Batalla de La Albuera, donde el general Mendizabal se presentará como oficial de enlace voluntario del general español al mando, el resultado será muy diferente cuando finalmente se logra concentrar tropas portuguesas y británicas junto con las españolas…

Sin embargo, hasta hoy prácticamente, ese relato ponderado, sosegado, objetivo, en el que Wellington aparece como un general más que llega sólo hasta donde puede (como los generales españoles tan denostados por él muchas veces) ha desaparecido sustituido por otro en el que un relato histórico parcial -casi una leyenda- lo convierte en una especie de superhombre que gana prácticamente en solitario las guerras napoleónicas. En España y en el resto de Europa.

Esta semana del 28 de noviembre es un buen momento para recordar todo esto, ese falseamiento de la Historia a cuenta de un relato parcial obtenido de una selección sesgada de las fuentes documentales.

Porque por esa causa, por ejemplo, hoy son conocidos los cuadros de Infantería de la Batalla de Waterloo, pero son prácticamente ignorados los mismos cuadros formados por el general Mendizabal en Alba de Tormes un 28 de noviembre de 1809 que dieron el ejemplo para otros como los de 1815, Además de un serio aviso a las tropas francesas, que vieron estrellarse allí hasta tres cargas de su Caballería victoriosa en Austerlitz o Eylau, pero detenida ante el Tormes por ese mismo general Mendizabal tan poco apreciado por Wellington.

Un borrado de una Historia común que se volverá a repetir en el año 1812, cuando Gabriel de Mendizabal cubra la retirada, a lo largo de todo el mes de octubre y principios de noviembre, de un gran ejército aliado dirigido por Wellington que, tras el fracaso del asedio de Burgos (por la imprevisión táctica del tan afanado Lord) perderá todo el terreno ganado en el verano de ese año a raíz de la victoria de los Arapiles…

Guste o no así es como, a partir de ahora, debería escribirse, en inglés, la Historia de las guerras napoleónicas en España, por más que los “Dispatches” de Wellington cuenten todo ese hecho histórico capital de un modo en el que no aparece, entre otros muchos detalles, ese socorro español. Faltando así feamente a la verdad histórica que debe respetarse tanto en Gran Bretaña, como en Francia, como, sobre todo, en España.

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


noviembre 2025
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930