Por Carlos Rilova Jericó
Disculpen la pregunta, pero ¿saben ustedes si se ha acabado el centenario de la Primera Guerra Mundial?. Desde hace cosa de una semana el historiador que firma estas páginas está algo desconcertado al respecto.
Por un lado he visto en los Medios noticias acerca del famoso partido de fútbol entre británicos, franceses y alemanes en cierto sector de las trincheras del frente occidental, celebrado en diciembre de 1914 y del que se ha estado hablando -ya se lo dije- desde diciembre de 2013.
Al parecer se ha hecho una reconstrucción del partido en varios lugares, con uniformes de época y todo lo demás necesario para no hacer una astracanada ridícula. Una de esas a las que tan aficionados son en otras latitudes, donde creen que recordar, o reconstruir, el pasado se arregla con vestirse de troglodita o poniéndose alguna que otra prenda supuestamente identitaria que, en realidad, como mucho, se remonta a los tiempos del abuelo o abuela del interesado o interesada…
Por lo demás, descartadas esas reconstrucciones del famoso partido pacifista entre una pequeña -pero honrosa- parte de los combatientes de aquella carnicería llamada “Primera Guerra Mundial”, parece que oficial u oficiosamente se ha declarado ya celebrado, como es debido, el centenario de aquellos hechos que realmente cambiaron el Mundo. Tanto que para alguien de hace cien años -antes de ayer en términos históricos- nuestra realidad sería poco menos que incomprensible, salida de la imaginación de un Julio Verne…
Sería curioso que así fuera, que no se organizasen más actos en torno a aquellos acontecimientos.
Más que nada porque después del famoso partido de Navidad de 1914, la guerra continuó. Un año, y otro más, y otro… así hasta 1918.
Hay numerosos documentos que lo demuestran. Por ejemplo el que ilustra este primer correo de la Historia del año 2015.
Se trata de uno de los inefables grabados de “Le Petit Journal” que, como ya saben quienes siguen fielmente esta página cada lunes, ha facilitado alguna que otra ilustración a artículos publicados en este correo de la Historia.
Efectivamente, ahí lo tenemos. A falta de foto en color -todavía muy raras en la época y casi hasta mediados del siglo XX- el dibujante de “Le Petit Journal” dibuja y colorea a los soldados franceses celebrando el primer Día de Reyes en las trincheras. El primero de los tres que se celebrarán -es un decir- en aquella larga guerra mundial.
Los soldados se han ataviado para la ocasión, siguiendo una tradición bastante antigua. La de vestirse con algo parecido a coronas de reyes hechas con papel o latón para celebrar ese fin del Adviento. Eso que ahora se representa con más boato en la mayor parte de las ciudades españolas este día 5 de enero.
Con las limitaciones lógicas al estado de guerra en primera línea en el que se encuentran, también han conseguido bebida y algo parecido a la “galette” -lo que nosotros llamamos “roscón”- que ya en esas fechas -y desde mucho antes- era lo habitual en ese día. Aparte de eso beben. Seguramente el “gnole”, la “poción mágica”… Es decir, el licor peleón con el que les quitaban el miedo -y la prudencia- antes de cargar, a la bayoneta, contra las ametralladoras alemanas.
La imagen, por supuesto, es idílica, casi pura propaganda de guerra, como viene, casi, a reconocer el comentarista de “Le Petit Journal” al señalar que la imagen es digna de un cuadro de Jordaens de los muchos que había en los museos de la entonces invadida Bélgica. Por ejemplo de “El rey bebe”.
En definitiva, un recuerdo de que lo de los partidos de fútbol pacifistas intertrincheras no ha significado nada, que la moral de la tropa está alta y que, sobre todo, la guerra continua. Heroica, denodadamente, sin que los valientes soldados de Francia piensen, ni por un momento, en dejar sus trincheras para irse a sus casas a celebrar la fiesta de los Reyes…
Así las cosas, esta víspera de Reyes de cien años después, no puedo creer que sólo yo me haya acordado de que, unos pocos días después de aquel famoso partido de fútbol pacifista, otros hombres en esa misma situación se vieron obligados a celebrar el Día de Reyes en las condiciones que, pese a la buena mano del dibujante de “Le Petit Journal”, nos hablan del horror desencadenado en el verano de 1914 y que todavía tendría que durar otros cuatro años más.
Si es así, quizás esta noche de Reyes de cien años después es un buen momento para que nos paremos a pensar por un momento, o dos, en el modo en el que recordamos la Historia, la conmemoramos y para que sirven los centenarios de determinados acontecimientos…
¿Se trata de un simple ejercicio arbitrario y fútil?. ¿Un ejercicio que nada aporta, salvo anécdotas intranscendentes después de todo, resumiendo en, por ejemplo, un partido de fútbol de las Navidades de 1914, un vasto cataclismo histórico que dura hasta 1918?.
Yo diría que “sí” para responder a esas dos preguntas. Y dicho esto tan sólo les diré que tengan un muy feliz año 2015 y que pidan a los Reyes más conmemoraciones históricas y de más calidad. Algo muy necesario en este año 2015, a partir del que la Primera Guerra Mundial y todos sus sangrientos hitos -Verdún, el Somme…- seguirán, por turno, cumpliendo cien años y, además, se cumplen doscientos de la batalla de Waterloo. Otro hecho que cambió el Mundo. Y no porque lo diga yo, que eso lo dijo uno de los visitantes más ilustres del País Vasco: Victor Hugo (ya saben el que escribió aquel libro, “Nuestra Señora de París”, del que luego la Disney hizo una película de dibujos animados)…
Sólo me queda añadir que este sea un feliz año, empezando por esta noche de Reyes que, seguramente, para la mayoría, será mucho mejor que la de aquellos soldados franceses que tuvieron que celebrarla agazapados en una trinchera porque, por segunda vez en menos de un siglo, Alemania había querido imponer su voluntad al resto de Europa, tal y como hoy mismo está intentando hacer de nuevo. Por ejemplo, prohibiendo a los griegos votar a determinados partidos políticos en lo que a todas luces parece una nueva edición de aquellos sucesos de 1915 o de los de 1939.
Cosa en verdad incomprensible cuando ni por votación, ni a la sombra de las bayonetas, como se intentó en 1915, nadie -que se sepa- ha elegido ni aceptado como dirigente de la Unión Europa a ese país, que después de dos guerras mundiales parece seguir sin darse cuenta de cómo suelen acabar estas cosas. Con Berlín arrasado y batido por fuego de Artillería, fúsil y ametralladora en cada esquina, en cada calle, en cada plaza…