Alberto Moyano
… entonces, el centro de San Sebastián se dispone a vivir un auténtico Summer of Love. Al hito de contar con el mayor paseo peatonal sin semáforos de la costa cantábrica, Donostia añade ahora el de ofrecer el recorrido más corto entre obra y obra.
El centro de la ciudad, travestida en una especie de monstruosa feria de máquina-herramienta, entroniza la hormigonera como nuestro más típico instrumento de música regional. Transitar entre la Avenida y el Boulevard en coche se ha convertido en un deporte extremo, en autobús es una colonoscopia y a pie, una pista americana.
Y si los jubilados de la ciudad se felicitan por este incremento de la oferta de ocio, indecisos entre acudir a solazarse con el equipo de encofradores que opera en camisetas mojadas allá por Reina Regente o mejor alegrar el ojillo con los gruistas de la Plaza de Okendo, los jubilados gays no digamos. Los turistas, por su parte, aprenden que aquí lluvia se dice sirimiri, campeón, txapeldun y que down town significa parking en construcción.
Y esos obreros son los que dan la cara, pero no sería justo olvidarnos de toda la gente que hay detrás, trabajando incansablemente para que todo esto haya sido posible. Porque dada la infinita flexibilidad con la que los gremios acostumbran a manejar las fechas de inicio de los trabajos, no ha tenido que resultar nada -pero que nada- fácil sincronizar tantas obras en tan poco espacio, tendiendo en cuenta además lo largo que es el año.
Así, a golpe de taladradora, se forma y conforma el gusto artístico de la ciudadanía, que -un poco verde en esto de las vanguardias- contempla asombrada cómo las obras entablan entre sí un fructífero diálogo, vía por ejemplo línea 13 de autobús, cuyo recorrido original ya no recuerdan ni los más veteranos gracias a la infatigable labor de la excavadores.