Alberto Moyano
El Gobierno Vasco ha decidido destinar una partida de cinco millones de euros para la realización de la consulta del próximo 25 de octubre y si el hecho ha causado cierta estufacción no ha sido tanto por la cifra en sí como por la sospecha de que, por circunstancias varias, la votación nunca tendrá lugar. En todo caso, algunas cosas no tienen precio -pocas-, pero otras sí. Aquí va un ejercicio de contextualización, en el que, de acuerdo con nuestro tren de vida, los cinco kilos representan:
1) Menos que los seis millones de euros que se esfumaron en el cambio de divisas para la compra de obras del Guggenheim.
2) Poco más, por cierto, que los 3,8 millones que se embolsó Jeff Koons por sus tulipanes de quincalla y mucho menos que los 21,5 pagados a Twonbly por los ocho lienzos impresionistas -sobre todo, en su precio- que despachó con dirección a Bilbao bajó el título de ‘Discurso de Comodo’.
3) Menos de un tercio de los dieciocho millones que, en vísperas de la suspensión de pagos, la directiva de la Real ofreció al Ayuntamiento donostiarra a cambio del Estadio de Anoeta y menos de la mitad de los doce que manejó para comprar a Zigic.
4) Mucho más de los 90.000 euros que el PNV destinará a la realización de un estudio sobre las prestaciones sociales en los países nórdicos y que le permitirá sopesar comparativamente a qué equivalen exactamente estos cinco millones de euros, traducidos a gasto social.
5) Menos de la mitad de la docena de millones en que está presupuestada la Pasarela de Monpás, un cuarto de lo que costó rehabilitar -sin la ayuda del Gobierno Vasco, por cierto-, el Victoria Eugenia y el doble de su aportación a la ampliación de San Telmo.
6) Una novena parte que la partida inicial destinada a las obras de Tabakalera.