Alberto Moyano

Llega a las tiendas el iPhone o lo que es lo mismo felicidad de última generación a un coste de entre cero y 359 euros. Los medios de comunicación glosan hoy el gran salto cualitativo que, en lo que a libertad se refiere, supone el invento, cuyo nombre se antoja una contracción de “it isn’t any fun”, por paradójico que parezca.

Esta especie de milhojas en plasticorro ofrece todo tipo de prestaciones, desde hablar por teléfono hasta navegar por internet, pasando por la consulta del correo electrónico. Lo que se conoce como un engorro. Está confirmado que se trata de un móvil inteligente, aunque falta determinar si la suya es emocional, así como qué tal anda de sensatez. Y en este punto, no cabe albergar grandes esperanzas porque, al parecer, va justito de batería.

De confirmarse la chispa que le van a sacar las empresas y a la vista de las colas que han hecho esta noche los usuarios más impacientes, nos encontraríamos ante un nuevo especimen evolutivo: el mono que se compra su propia cadena. Y todo esto en un tiempo en el que decir “me voy sin móvil” es sinónimo de calidad de vida.

Las cadenas de televisión ya han tomado posiciones. Por un lado, las que al socaire de dios sabe qué acuerdos, se deshacen en elogios hacia el bichito y de paso, recuerdan su oferta en materia de imágenes en alta definición; por otro, las que no lo han logrado, dedicadas a exponer sin piedad la lista de pegas, la más grave de las cuales, da la medida de la enorme importancia de todo esto: el modelo en blanco no llegará hasta septiembre.