El ejercicio mental de hoy consiste en imaginar qué sensaciones experimentaría alguien que, en virtud de la derogación de la doctrina Parot, sale de la cárcel después de un par de décadas entre rejas y se da de bruces con un stand vasco en Fitur consagrado al apoteosis del euskokitsch. En Iparralde es habitual toparse con lauburus en los más descontextualizados lugares, turrones con los colores de la ikurriña y mazapanes con forma de txapela, pero el compendio de disparates acumulados en la cartelería adoptada por el Departamento de Desarrollo Económico y Competitividad del Gobierno Vasco no tiene precedentes. Propia del Asador Donostiarra, si la iconografía de Fitur se desmarca de los festivales de coros y danzas regionales del Bernabéu es tan sólo por la introducción de algunos aislados cachivaches  contemporáneos.

El caserío ha quedado reducido a un atavismo folclórico ajeno a una población que se disfraza de baserritarra el día de Santo Tomás como quien hace el indio, tan sólo porque la nostálgica evocación del ruralismo ha hecho estragos en el imaginario popular vasco. Y que otro determine si por suerte o por desgracia. A nuestro pesar, el hecho diferencial no radica en Mikel Laboa, sino en que nadie vendió más discos que La Oreja de Van Gogh en un país que alumbró a Mikel Laboa, sirvan los nombres citados a modo de ejemplo meramente ilustrativo que conspira contra la rocambolesca teoría sobre los últimos indígenas de Europa. La Euskadi de Fitur garantiza la decepción del visitante en cuanto compruebe que le aguarda una población urbana que compra su calzado en las zapaterías y se viste en descomunales Zaras. Por otra parte, cabe preguntarse a qué target demencial va dirigida una campaña publicitaria que busca aumentar las pernoctaciones mediante el recurso a una estética estilo ‘Amélie se tira al monte’ tardío. Imposible contemplar el aberrante expositor sin sentirse “ante dios, humillado”, por recurrir a la atávica fórmula. En cuanto a las ferias de turismo, me recuerdan que no hay Aberri Eguna comparable al día en el que te subes a un tren, da igual con destino a dónde.