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Alberto Moyano

El jukebox

Plantilla para una carta de dimisión con vistas a la playa

“Estimado presidente,

Me dirijo a usted para comunicar oficialmente a la dirección del partido que tan acertadamente dirige mi decisión irrevocable – salvo contraoferta-, de abandonar la formación a causa de las profundas discrepancias que mantengo con la línea seguida en los últimos tiempos -en concreto, desde su fundación- y que de seguir así, me hubieran abocado a un conflicto de conciencia en el hipotético caso de que dispusiera de alguna.  Confieso que no ha sido una decisión fácil, pero la coherencia ha guiado mi intachable trayectoria y, en este sentido, debo recordar que en mi vocación de servicio público siempre he antepuesto mis intereses particulares a cualquier otros, incluidos los del partido o los del país. Y sin pedir nada a cambio; simplemente, tomándolo. Siento que dándome de baja me mantengo fiel a este principio inquebrantable, más aún a la vista de que en los últimos tiempos mis deseos, formulados siempre desde la lealtad del paniaguado, no se cumplen de inmediato a rajatabla. En otras palabras, percibo que la opinión de unos miles de afiliados -la mitad de ellos, advenedizos; la otra mitad, indocumentados- pesa más que la mía. No es una decisión tomada en caliente, sino fruto de incontables horas haciendo números, circunstancia que me ha impedido dedicarme plenamente a mis tareas en las últimas semanas, por más que nadie lo haya notado.  Han sido décadas de obediencia ciega a las consignas de la dirección, por encima de mis propias opiniones, siempre tan volátiles, por otra parte. Y todo esto no lo he hecho más que en interés propio, un dato que debería tenerse en cuenta a la hora de entender mi decisión, no por dolorosa, menos rentable, espero. No me voy por fidelidad a un proyecto ni chiquilladas por el estilo, sino obligado por las circunstancias. Y si finalmente decido pasarme a otra formación política de nuevo cuño -cosa más que probable a la vista de cómo hemos dejado el mercado laboral-, será únicamente con la vista puesta en lo mejor para mí. No he sido yo el que se ha movido, es mi silla la que amenaza con hacerlo. Me voy para seguir donde siempre he estado. Prueba de ello es que mi baja en absoluto conlleva la renuncia al cargo público, que conservaré hasta que encuentre algo mejor.

Afectuosamente suyo, le adjunto mis nuevas tarifas.

PD: escindirse está de moda”.

 

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