Alberto Moyano

La réplica de la cueva de Ekain ya está a punto. Bueno, todavía no, pero falta poco. Mediados de septiembre podría ser la fecha elegida, aunque aplicándole el coeficiente de retraso que el proyecto arrastra desde su concepción, hablaríamos ya de octubre o así.

La cueva original data del Magdaleniense. El encargo de hacer una réplica, de poco después. El proceso se ha dilatado por razones que tampoco han quedado muy claras, sobre todo, a partir de la llegada desde Francia de los paneles replicados, hace ya casi año y medio.

En todo caso, la copia parece que está muy lograda. De hecho, reproduce las condiciones de temperatura e iluminación de la original, garantizando al visitante unas sensaciones perfectamente clonadas, a la vez que un deterioro idéntico al que experimentarían las pinturas, llamemosles, reales. Sin problemas: en su momento, se vuelve a pintar sobre lo pintado.

Lo cierto es que las pinturas en sí no son gran cosa. Si se descubriera que fueron realizadas en sl siglo XIX carecerían de interés. El valor de las mismas reside en el temblor y la emoción que transmite la contemplación de unas obras realizadas hace alrededor de 17.000 años.

Pese a todo,  Ekainberri será un éxito, no por el asombro del visitante ante las pinturas de aquellos remotos antepasados, sino por la admiración que desperatará la minuciosa exactitud de la reproducción. Se trata de un fenómeno muy moderno, conocido con el nombre de impostura, que amenaza con extenderse a otras atracciones turístico-artísticas ya saturadas: la Galería de la Uffizi, el interior de las pirámides de Giza, la Capilla Sixtina…