Alberto Moyano

El ciclismo sólo es saludable cuando no se practica. El inicio de las grandes pruebas trae consigo las cascada de postivos en una frecuencia cada año superior al anterior. El último en caer ha sido el italiano Ricardo Riccó, de quien no se puede decir que haya disimulado mucho sus aficiones, teniendo en cuenta que hasta el mismo día de ayer ha pregonado a los cuatro vientos su admiración por el fallecido Pantani.

Hay que insistir una vez más: en el pelotón abundan los ejemplos acabados de influencia perniciosa para niños y jóvenes, no sólo por su drogodependencia, sino por haber llegado a ella espoleados por la chabacana necesidad de ganar, en lugar por los motivos tradicionales: búsqueda de la felicidad y aliviio de las tristezas.

Mientras, en las calles de Donostia, un nudista ciclista -o viceversa- acumula  protagonismo. Por más que su pedalear redondo se sitúa en las antípocas del exhibicionismo, no faltan ciudadanos dispuestos a salir en defensa de la infancia, imediante el ejemplo práctico de lo que es n comportamiento cívico.

Así, uno de ellos reivindicaba ayer en DV “el hecho natural de pegarle una buena patada en todos los cataplines si voy con mis niños por la calle”.  Y era tal el desasosiego de nuestro convecino que llegaba a preguntarse: “¿Cuándo  querremos frenar este disparate, cuando haya gente en pelotas esperando a la puerta de los colegios de nuestros hijos?”.

Nos encontramos ante un mito similar al del hombre que repartía drogas gratis a la puerta de los colegios y del que, para desilusión de toda una generación, nunca se tuvo noticia.

No obstante, en el improbable caso de que algún incauto acudiera desnudo a la entrada de uno de los centros escolares en los que nuestros angelitos se forjan un futuro. tan sólo quedaría desearle suerte. Cualquiera que esté familiarizado con los usos y costumbres del alumnado sabe que la intentona se saldaría inevitablemente con traumatismos graves, quemaduras de primer grado y un estrés postraumático del copón.