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Alberto Moyano

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El poteo en la sociedad del conocimiento

Alberto Moyano

En su permanente búsqueda de la raíces milenarias del alma vasca y en prueba de su fervor por las esencias culturales que han sobrevivido a siglos de invasiones bárbaras y a la globalización, un grupo de alumnos de un Curso de Verano de la UPV se reunieron el lunes en el boulevard con un objetivo: potear. La insólita iniciativa corrió a cargo del Centro de Investigación en la Gestión del Grupo Mondragón, la Young Foundation de Londres y SIX.

Sin embargo, de las informaciones publicadas en prensa se desprende que el cursillo iniciático dejó algunos hilos sueltos. Aquí va lo que podríamos considerar el master complementario de la asignatura.

1) El alumno es introducido en el noble arte de potear poniendo bote. No se le instruye, sin embargo, en lo principal: no ser el portador del mismo, cargo que obliga a abrirse paso a codazos hasta la barra para luego dar unas cuantas voces a la distraída cuadrilla con el objeto de que se haga cargo del pedido. El método más popular y socorrido para eludir el citado bote es alargar el billete a otro miembro del grupo mientras se exclama: “Píllalo que tengo que ir al servicio”.

2) Comience poteando consumiciones con gaseosa. Contribuye a alargar la velada, por decirlo finamente. Por ejemplo: “Un claro con gaseosa”. Si -por alguna razón- desea soliviantar al camarero, añada: “revuelto, no agitado”. Abandone la gaseosa paulatinamente, según avance la noche.

3) En el caso de detectar en el mismo establecimiento a algún individuo del mismo sexo o del contrario que despierte su interés, componga de inmediato la figura de ataque, también conocida como el ‘bertsolari’: mano derecha empuñando el vaso, a la altura de la cintura; mano izquierda, al bolsillo y con el pulgar fuera; pies separados en ángulo de dos menos diez, aproximadamente. Dirija de forma regular miradas torvas al objeto de su deseo. A medida que pasen las horas, su mirada irá perdiendo foco. No deje que esto le desanime.

4) Con estos mimbres, hemos construido el ‘en Euskadi no se folla’, una industria emergente que agrupa libros, películas, programas de TV, todos ellos de enorme éxito. Dicho con otras palabras: en ningún caso se acerque a su objetivo, ni le dirija la palabra, al menos, en las primeras seis horas de poteo.

5) Si finalmente, a eso del amanecer, se decide a entrar a la persona merodeada, hágalo mediante fórmulas no desgastadas aún por el uso y preñadas de tipismo localista. Por ejemplo: “Me encanta el diálogo que estableces con la barra de pintxos” o incluso “pareces la pasarela de Mompás”.

6) Llegada la hora de cenar, no se deje amedrentar por los precios y opte por los afamados pintxos. Pida un plato y proceda a cargarlo de creaciones culinarias. A la hora de pagar, no intente despistar ni un sólo ejemplar; el rabillo del ojo es el órgano más sensible del cuerpo de camareros.

7) Tras el cierre de los bares, anime a la cuadrilla a proseguir el cursillo en el interior de alguna discoteca. Ayúdese, en caso necesario, de la cita de algún clásico. Puede servir el disco de Van Morrison “It’s too late to stop now”. Una vez dentro, adopte la figura recomendada en el punto 3, acompañada en este caso de una leve basculación corporal, que podríamos definir como el “uno-dos, uno-dos”.

8) Llegada la inexorable hora de regresar a casa, contemple dos opciones: a) a pie, en compañía del resto de maltrechos alumnos; y b)  en taxi, cuya cola de la parada le permitirá hacer nuevas amistades a base de preguntar: “¿Alguien va para el cámping de Igeldo?”


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