Cuando tu salud, tanto física como mental, está resentida, te sientes vulnerable. Entonces, descubres más claramente el sentido de tu humanidad.
Te sientes vulnerable cuando afloran más tus miedos a los problemas, cuando tienes la sensibilidad a flor de piel.
Te sientes desbordado ante cualquier dificultad, todo se te hace cuesta arriba y no te sientes con la misma energía y entereza para afrontar un problema.
De la misma forma que los problemas emocionales se reflejan en un cuerpo más alterado, los problemas físicos acaban afectando también al estado de ánimo.
Tú no tienes la culpa de sentirte vulnerable
No tienes la culpa de sentirte como te sientes
No puedes hacer más que constatar con humildad que tu cuerpo no te responde como antes, cuando sentías que tu voluntad y tu cuerpo ibais a la par. Ahora tu cuerpo es un cuerpo-dolor que va dejando un ánimo dolorido y resentido.
Te haces más humilde
Eres más humano. Te sientes más cercano de aquellos que viven de cerca el sufrimiento. No te sientes tan lejano de ellos como antes, que te enorgullecías de no tener miedo ante nada.
En la debilidad está la fortaleza
La fortaleza de sentir que haces lo que puedes, aunque eso que puedes diste mucho de acercarse al estado normal de antes. La fortaleza de constatar con humidad tus estados de ánimo, sea de desánimo o de desesperación.
Permítete sentirte mal
Desahógate si lo necesitas, pero luego vuelve a llevar tu atención a tu respiración. Procura respirar más lentamente, diciéndote en silencio Yo soy paz al ritmo de tu respiración. Y repítelo lentamente, atentamente -aunque tu atención dure una fracción de segundo- y sinceramente- no importa que ahora no te sientas en paz, importa que crees que la paz te sienta bien-
Necesitas tiempo para parar y dejarte sentir. Tiempo para acoger tus estados de ánimo, sin luchar contra ellos ni enjuiciarlos.
Tus estados de ánimo son lo que son
Sentimientos que necesitan ser vividos y expresados
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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