Una maldad ¿en forma de virus? me ha impedido ser normal. A cambio he re-descubierto (como en el caso de una buena novela o el gran disco) el Sebastian de Hondarribia.

Olvidado hace tiempo porque no decía nada nuevo y pretendía colocarse entre los de cabeza sin merecerlo, hoy ha cambiado de propietario y cocina. Una carta sencilla, sin pretensiones y con platos inteligibles basados en un producto fresco y bien presentado, unos puntos de cocción modernos, carta de vinos corta pero inteligente (darle al cliente tradicional lo que quiere y a los raros que buscan cosas diferentes darles 3 o 4 cosas que no encontrarán fácilmente) y un servicio impecable, el Sebastian vuelve a conquistar. Lo mejor es que el local sigue teniendo ese aire romántico que era lo que atraía antes, sigue siendo el lugar ideal para una cena romántica donde lo más importante no debe ser hablar de la comida y acertar qué es lo que te ponen en el plato, ni siquiera que una confusión en el vino pedido sea motivo de malestar. Todo es tan tranquilo y está tan de acuerdo con la decoración que hasta la voz de la camarera (¿se llamará Amelie?) acomapaña el momento.

Lo recuerdo: Calle Mayor de Hondarribia, Restaurante Sebastian para volver a descubrir, y no es nada caro.