Devuelta en mi sitio, con los problemas técnicos resueltos, no quiero despedir el año sin recomendar un vino por el que muchos me sacarán los colores, cuando no los ojos, pero creo que merece la pena pedírselo a los reyes:
Se llama GRAN RESERVA, es del año 2000 y es de Marqués de Cáceres y todavía me pregunto por qué algunos de mis amigos están en contra de estos vinos clásicos. Tan elegantes ellos, sin meterse con nadie, viviendo una existencia que ha tardado años en hacerse, tranquilamente, sin proponerse nada del otro mundo y, sin embargo, consiguiendo sensaciones sólidas, consiguiendo sacar lo mejor de cada uno porque en cada sorbo se entiende un vino diferente como hay pocos en el mercado.
Hay fruta muy viva, hay cueros muy sutiles, hay pimienta que entretiene porque levanta el ligero toque dulce, hay tabaco para hacer que sea un vino serio, pero sobre todo hay melosidad porque entra suave y ese punto de acidez que adivina que es un vino que aún tiene recorrido.
Un vino con el que he disfrutado muchísimo y que estoy seguro que aún hará disfrutar a más de uno en las cenas y comidas familiares que quedan por hacer.
Es un contraste total con los vinos que catamos habitualmente, es una vista atrás a la historia, pero merece la pena siempre vovler a lo que ha sido el vino y que nunca dejará de ser. No se ven grandes reservas en las etiquetas porque las bodegas ya no tienen tiempo para estos vinos que requieren dinero y filosofía. Más que un Gran Reserva es un Gran Vino.
¿Y lo mejor de todo? No llega a los 20 euros.
¿Cuánto dijiste que valía…?
En los tiempos que corren me quedo con el abuelo.
Blog escrito escuchando: Luis Eduardo Aute