Es el 3 de noviembre. Salgo esta mañana (6,45) de casa para hacer la ronda habitual y dice el termómetro que 20 grados. ¿No es otoño? A mi me dijeron cuando llegué que el asunto de las estaciones se notaba mucho por aquí. ¿Será realmente otoño o nos lo han cambiado?
Y en estas estamos cuando me llama un amigo cocinero, acaba de llegar de Burgos, su patria durante una semana en otoño porque es donde se recluye, al principio creí que era para meditar, hoy ya sé que es para cazar. “Aún estoy vestido de cazador, ha ido todo muy bien, traigo más de 50 palomas” y, como ya se sabe, todo lo que vuela a la cazuela, se iba a poner a desplumar y a cocinar.
Y en aquellas estamos cuando me llama otro cocinero (puede que menos amigo) para decirme que “pronto me traerán hongos de aquellos, está lloviendo en Soria” que, por lo que parece es donde tiene que llover para que podamos comer esos hongos que a él tanto le gustan.
Y ahora que lo pienso, ¿qué más me da a mi lo que diga el termómetro si en el plato ya es otoño? Si es que no hay mejor manera de encontrarse con las estaciones que en el comedor.
Pues eso, que bienvenido sea el otoño.