Por Carlos Rilova Jericó

Ya hace mucho tiempo que en el correo de la Historia se vienen mencionando trabajos o colaboraciones del historiador y novelista Alfonso Mateo-Sagasta.

Hoy es otra buena ocasión para ello porque recientemente acaba de publicar un nuevo ensayo.

O más bien, como él mismo indica en su prólogo al curioso lector, ese libro, titulado “Nación. La caída de la monarquía católica. Crónica de 1808-1837”, es una especie de híbrido entre ensayo y novela histórica (materia ésta en la que él es un verdadero experto).

El tema elegido para este libro no puede ser más interesante. Ni más conveniente en estos momentos y en este país que llaman España. Pues, en definitiva, es una reflexión sobre cómo surge la nación que llamamos “España”. Un tema, como sabemos, muy controvertido. Cogido en fuego cruzado desde prácticamente todos los ámbitos de la Política española.

Así, si nos movemos más hacia la Derecha de ese espectro político, descubriremos que ha surgido últimamente un grupo de eruditos a la violeta -que diría José Cadalso- que, extendiendo unas antenas intelectuales capaces -al parecer- de traspasar la barrera de los siglos, perciben, con gran intensidad, la presencia de “España” al fondo mismo del Paleolítico.

En la banda contraria están otros que en redes sociales -sobre todo- cada vez que hay ocasión -que la suele haber a menudo- se burlan de los defensores de “Españita”. Donde se incluye tanto a los antenistas que detectan a España incluso en la Prehistoria y lanzan anatemas contra todo el que niegue esa (para ellos) evidente verdad, como a cualquiera que use el término “España” en circunstancias que serían más o menos lógicas y normales pero que pueden resultar ofensivas para quienes, por ejemplo, han demostrado -o eso dicen- que Marco Polo era catalán en realidad. Por sólo poner el ejemplo más extremo.

Con un panorama como éste es, como decía, muy necesario un libro como el que acaba de publicar, con gran oficio de narrador e historiador, Alfonso Mateo-Sagasta y en el que, sin ambages, quiere contarnos la génesis de España como nación poniendo una fecha concreta para ello. Una que para él es el año 1808.

Así las cosas “Nación. La caída de la monarquía católica. Crónica de 1808-1837”, nos cuenta, en una serie de breves viñetas, cómo el Antiguo Régimen se derrumba en España a raíz de la invasión francesa de 1808 y, con ello, se inicia un proceso histórico -común a toda la Europa posterior a 1789- en el cual la monarquía católica que ha sido identificada como “España”, pasa a convertirse en una nación. La misma que desembocará en la que hoy identificamos por medio de sus símbolos -bandera, himno nacional…- y territorio circunscrito a los dos archipiélagos, las ciudades norteafricanas de Ceuta y Melilla y el conjunto del territorio de la Península Ibérica que se extiende entre la frontera portuguesa y la francesa.

Esas breves viñetas -en su mayoría no pasan de una por página- de “Nación. La caída de la monarquía católica. Crónica de 1808-1837”, sin embargo son muy contundentes. Y es una contundencia que impacta directamente contra la memoria y la mente de quienquiera que lea este curioso ensayo.

Cada una de ellas, resume, de manera magistral, un episodio nacional a la manera en la que Benito Pérez Galdós los hubiera escrito de haber vivido en la época de los podcasts, los whatsapp, los tuits de no más de 280 caracteres y similares.

No es pequeña hazaña. Y además tienen estas viñetas históricas de Alfonso Mateo-Sagasta algo de caricaturas políticas al estilo de las que George Cruikshank, James Gillray o sus imitadores españoles empiezan a poner en circulación hacia el 1800. Y eso las hace doblemente valiosas porque -como toda buena caricatura política- resumen muy bien la misma realidad histórica y ayudan a verla con una desenfadada sonrisa -a veces hasta con una risa abierta- que permite comprender mejor todo aquel torbellino político que sacude a Europa desde la revolución de 1789 en adelante y en el cual nacen naciones como España, Grecia, Italia o Alemania. Como bien lo recuerda en el prólogo de su libro el propio Alfonso Mateo-Sagasta.

Entre algunas de esas pequeñas piezas maestras yo destacaría varias de las dedicadas al período de las guerras napoleónicas. Por ejemplo la titulada “Qué son las juntas” donde un perplejo José I Bonaparte, recién instaurado rey de España y de las Indias gracias a las bayonetas de su hermano, interroga a su círculo de consejeros para que le describan qué son esas “juntas”, formadas por un buen número de sus presuntos súbditos que, precisamente, se niegan a aceptarle como rey y le hacen guerra sin cuartel desde esas mismas juntas.

Ahí vemos cómo Alfonso Mateo-Sagasta muestra la fragmentación del espacio político español a partir de la insurrección de mayo de 1808, donde aparece gente que sólo está de acuerdo en una cosa: el país ha sido invadido por Napoleón Bonaparte, eso no se puede consentir y hay que combatirlo creando un estado paralelo a aquel otro del que se han incautado los Bonaparte con ayuda de españoles que, con mejor o peor intención, les apoyan. De hecho más que un estado paralelo, como descubre con algo de desesperación el José Bonaparte revivido por Alfonso Mateo-Sagasta, dichas juntas son una multitud de pequeños estados, cada cual en su ámbito territorial más inmediato, pero todos ellos unidos -en la práctica- por la idea común de combatir la invasión.

Así es como recalan en dichas juntas desde simples campesinos a burgueses y hacendados, militares y sacerdotes. Todos ellos con ideas distintas que van desde el reaccionarismo más cerril, hasta la simpatía por las ideas revolucionarias y liberales.

Esto deja finalmente claro a José I que lo único que tienen en común dichas juntas, como constatan, consternados, él y sus solícitos consejeros, es que odian a José I…

Este es el tono general de esta suerte de “Episodios nacionales” para el siglo XXI que nos ha puesto en las manos Alfonso Mateo-Sagasta.

En esa especie de caleidoscopio, entran y salen rápidamente de escena -pero dejando una estela memorable- José I, Carlos IV, Jovellanos, la reina María Luisa, anónimos sacerdotes que proclaman que no es pecado matar a los franceses tal y como rezaba un Catecismo patriótico editado en la época, un Palafox que no simpatiza mucho con la democracia revolucionaria pero resiste, hasta el fin, a los franceses en Zaragoza, un joven conde de Toreno -que, de hecho, aún ni ha recibido el título- transido de ideas filosóficas aprendidas de Rousseau y Montesquieu mientras negocia con los británicos el envío de ayuda a desembarcar en su Asturias natal, cuya junta lo ha enviado a esa misión diplomática de altura a Londres… Y así hasta llegar al año 1837, a la guerra entre liberales y absolutistas y a la proclamación de la constitución de ese año que daría nacimiento fehaciente a España como nación y no como un conglomerado de herencias monárquicas y principescas heredadas desde la Edad Media.

Todo, en conjunto, hace de “Nación. La caída de la monarquía católica. Crónica de 1808-1837”, una muy recomendable lectura para instruir -y calmar- a un país donde todo eso todavía duele a muchos por una y otra razón. Mal que, en realidad, se resolvería empezando por leer libros como éste de un Alfonso Mateo-Sagasta que bien merece ser tenido en cuenta -junto a Benito Pérez Galdós o José Álvarez Junco- cada vez que se hable de ese controvertido tema que es la Historia de España como tal nación.