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Carlos Rilova

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El doctor Jones ataca de nuevo y el deseo de cambiar la Historia

Por Carlos Rilova Jericó

Naturalmente era difícil dejar pasar de largo en el correo de la Historia una de las sensaciones cinematográficas del verano -o incluso del año- en las que la Historia se ve más aludida. Me refiero, por supuesto, a la quinta entrega de la saga del célebre arqueólogo Indiana Jones, iniciada allá por los años 80 del siglo XX.

La película -titulada en España “Indiana Jones y el dial del destino”- ha suscitado toda clase de comentarios. De toda índole pero, sobre todo, acerca de si éste será el “Grand Finale” que la saga conocerá (lógico dada la edad más que avanzada de Harrison Ford, su ya inseparable rostro) y si éste es el que se merecía.

Así las cosas me gasté mi dinero con bastante precaución, hace ahora una semana, para comprobar, en persona, qué merecía tanto revuelo. Y si es que lo merecía.

La sorpresa fue más bien agradable tras las flojas tercera y cuarta entregas de la saga, bastante desganadas. Como ya se podía deducir del hecho de que entre una y otra pasaron casi veinte años…

Es tan sólo una opinión, pero me pareció que esta quinta entrega conseguía revivir la fuerza, el savoir faire, de las dos primeras películas de la serie en las que la factoría Spielberg-Lucas daba enteramente en el clavo al tratar de revivir el viejo Cine “de aventuras” y por entregas.

Así tenemos en “Indiana Jones y el dial del destino”, desde el principio, una buena mezcla de antigüedades de incalculable valor y supuestamente dotadas de poderes sobrenaturales (tan ansiados por la franja más lunática del Nazismo), villanos insuperables (en este caso las Waffen-SS dedicadas al expolio de tesoros históricos y artísticos con esos, y otros, fines) y más adelante destinos exóticos alrededor del mundo. Como el Tánger de la segunda posguerra mundial, que en la época en la que transcurre la acción (finales de los sesenta) se había convertido en un refugio de millonarios y aventureros (o aventureras como la trapisondista ahijada de Indiana Jones) que prosperan (o lo intentan) a su calor. Rodeados de un país con un inmejorable reparto de la pobreza y el subdesarrollo que, curiosamente, esta nueva entrega de la saga no oculta, sino que utiliza como explícito fondo de la nueva aventura del doctor Jones.

En suma: “Indiana Jones y el dial del destino” parece una muy buena mezcla, y actualizada, de las dos primeras entregas de la serie. Incluso mejorada. Pues esta vez los nazis no están fuera de lugar histórico como sí lo podían estar en “En busca del Arca perdida”.

Pero más allá de esto, ¿qué hay de la Historia, con “H” mayúscula que pretende contar “Indiana Jones y el dial del destino”?

Pues, la verdad, hay que reconocer que esta quinta entrega juega bastante bien sus cartas en ese sentido. Para empezar hace entrar en pantalla, desde las primeras escenas, los famosos expolios nazis reunidos con fines de alcanzar un poder de tintes sobrenaturales. Cosa totalmente cierta (y de la que ya se habló en otros correos de la Historia). No sólo el Arca de la Alianza que era el eje sobre el que discurría la primera -y exitosa- entrega de la serie Indiana Jones, sino la llamada “Lanza del destino”, la usada por el centurión Longinos para atravesar el costado de Cristo en la Cruz tal y como se establece en versiones no canónicas de la tradición cristiana y que, en efecto, los nazis perseguían con ahínco. Especialmente Adolf Hitler, tal y como se explica, con detalle, en los primeros compases trepidantes de “Indiana Jones y el dial del destino”.

Otro detalle interesante, sorprendente incluso en una serie “de aventuras” -y más bien blanca en cuestiones políticas- como la de Indiana Jones, es el tratamiento de asuntos bastante escabrosos. Caso del “reciclado” de antiguos nazis en la prospera América de posguerra.

A ese respecto la película tiene escenas que uno no espera encontrar en cintas de, en teoría, simple entretenimiento como “Indiana Jones y el dial del destino”. Es lo que ocurre con el diálogo entre el villano de la película, el doctor Jürgen Voller, y uno de los camareros del hotel de Nueva York en el que él y sus sicarios (entre los que se cuenta una agente gubernamental de Estados Unidos) se preparan a hacerse con la reliquia que, supuestamente dotada de poderes especiales, podría dar un radical vuelco a la realidad tal y como la conocemos. A saber: un artefacto conocido como Anticitera que, creado por Arquímedes, permitiría viajar por el Tiempo.

Voller, que, por supuesto, ha cambiado su apellido, es presentado como uno de los científicos que han permitido, a ese Estados Unidos de finales de los prósperos años sesenta, conquistar el espacio y llegar incluso a la Luna por medio de cohetes basados en las experiencias de Von Braun con las famosas V-1 y V-2 nazis. Así se le dice al camarero que le sirve y al que el doctor Voller pregunta con voz gélida, monocorde, si había combatido en la Segunda Guerra Mundial. Cuestión a la que el camarero responde afirmativamente, señalando que estuvo en una unidad encargada de lanzar globos que impidieran ataques aéreos nazis sobre las cabezas de playa de Normandía.

Voller, sin siquiera apenas sonreír despectivamente, termina el dialogo dejando caer una pregunta retórica al camarero -de raza subhumana para los nazis en tanto que negro- sobre si en ese momento puede decir que esté disfrutando de aquella victoria de 1944…

Un pasaje cinematográfico que lanza, como digo, una seria reflexión histórica que, no por inesperada en una película así, seguramente no pasa desapercibida hasta para el más despistado espectador. Como el hecho, bastante subrayado, de que los villanos con afanes dictatoriales no hacen sino cambiar en las solapas de sus chaquetas de insignia. En el caso de Voller y sus adláteres de la bien conocida con la esvástica del partido nazi, a la que los identifica como miembros de la NASA sin haber cambiado, en realidad, sus fines asesinos y totalitarios…

Por lo demás, para el historiador, “Indiana Jones y el dial del destino” tiene un fin realmente entrañable basado -como no podía ser menos en manos de buenos guionistas- en la famosa cuestión de cambiar la Historia. Una ingenua pretensión a la que, sin embargo, nuestro imaginario colectivo -como advertía Lowenthal en “El pasado es un país extraño”- es incapaz de sustraerse.

Abundan en esto los últimos compases de “Indiana Jones y el dial del destino”, con los nazis vueltos a las andadas y la toma de Siracusa por los romanos en la época de Arquímedes.

Lo hacen por medio de un demencial discurso del doctor Voller que asegura ir a reescribir la Historia (gracias a las indicaciones de la Anticitera, ese “dial del destino”) plantándose en los comienzos del Tercer Reich para eliminar a Hitler y lograr el triunfo nazi evitando los errores cometidos por el Führer…

Un viaje que el recalcitrante Voller bien se podría haber ahorrado si hubiera preguntado a historiadores no pagados para ser el bufón áulico de ese o de otro poder. Pues estos -metodología e historiografía en mano- le habrían dicho que el desarrollo de los acontecimientos, y su curso conocido, no dependen tanto de un individuo concreto -Hitler por ejemplo- sino de la posesión, o no, de determinados recursos materiales, el apoyo masivo, o no, de sociedades viables y un largo etcétera de factores históricos que no pueden ser moldeados por la mano de un solo líder carismático. Ni siquiera aunque dispusiera de un artefacto ideado -con el fin de atravesar los túneles del Tiempo- por el mismísimo Arquímedes.

Cosa que por otra parte (no soy el primero en decirlo ni seré el último) el conocido filósofo jamás llegó a realizar. Por más que así se diga en “Indiana Jones y el dial del destino” que hasta ahí, y no más lejos, llega en tan curiosa cuestión…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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