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Carlos Rilova

El correo de la historia

¿Bailaremos sobre la tumba de Edward Gibbon? Historia del auge y caída del Imperio de Trigan

Por Carlos Rilova Jericó

A comienzos de este verano, en una visita a una de mis bibliotecas habituales, el Koldo Mitxelena de San Sebastián, me di, de frente, con un viejo conocido. Se trataba de una serie de historietas, tituladas “El Imperio de Trigan”, que ahora se ha recopilado en cinco densos volúmenes por Dolmen Editorial para el público de habla española.

Naturalmente no resistí la tentación de aprovechar esa magnífica ocasión para leer y releer algo que, desde la primera vez que lo vi -hace ya cuarenta y más años de eso- siempre me llamó la atención. Antes de ser historiador y después de haber salido, título bajo el brazo, de la Facultad. Y es que en “El Imperio de Trigan” el habilidoso dibujante Don Lawrence, en compañía del guionista Mike Butterworth, mezclaban una serie de períodos históricos con elementos de la llamada “Ciencia-Ficción” con un resultado de lo más llamativo.

Por otra parte Don Lawrence -y su guionista Mike Butterworth- publicaron esa serie en revistas supuestamente entregadas a la noble tarea de educar a niños y adolescentes. Como, por ejemplo, “Look and Learn”, título que traducido del inglés significa, simplemente, “Mirar y Aprender”.

A partir de ahí muchos historiadores bien podrían haber dudado que los infantes y adolescentes anglosajones -y luego los del resto del mundo al que se vendió esa serie- aprendiesen algo de Historia de esas bizarras historietas que, durante años, se estuvieron publicando, en efecto, por medio mundo.

La saga del Imperio de Trigan, sólo para empezar, saqueaba descaradamente su título original de una de las obras fundamentales de la Historiografía de habla inglesa: “Historia de la decadencia y caída del Imperio romano” del ilustrado inglés Edward Gibbon. A partir de ahí Don Lawrence y Mike Butterworth (y a veces otros dibujantes y guionistas que los reemplazaron en ocasiones) hicieron lo que quisieron. Con la Historia. De ese modo, durante años, lo que se tituló en inglés, “Auge y caída del Imperio de Trigan” puso ante los más o menos inocentes ojos de muchos jóvenes lectores un mundo de fantasía desbordante, pero basado en un catálogo de épocas históricas humanas de lo más amplio e incoherente desde el punto de vista de la propia Historia humana. O incluso de la Historia natural.

Desde luego es más que probable que Lawrence y Butterworth habrían dejado atónitas a venerables figuras de la Ciencia como Charles Darwin. Porque el Imperio de Trigan ni siquiera tenía su escenario en nuestro planeta Tierra sino en Elekton, otra esfera celeste apta para una vida idéntica a la humana… Siempre y cuando se mandase al famoso basurero de la Historia todas las teorías de Darwin y muchas incertidumbres, aún vigentes, de la Astronomía moderna.

Los inefables Don Lawrence y Mike Butterworth no tuvieron desde luego el menor inconveniente en ello. Elekton es un planeta que gira en torno a dos soles gemelos y ha dado lugar, en su serial, a una raza que podemos llamar humana porque no hay diferencia sustancial con los seres humanos tal y como hoy los conocemos. Es más: los vorganos -la etnia de la que nace el Imperio de Trigan- tienen el aspecto de anglosajones que, además, lucían en aquellas gloriosas viñetas unos descarados peinados cincuenteros a lo James Dean…

Así lo primero que Lawrence y Butterworth pasaban por alto, fue cómo era posible que un planeta ligado a un sistema binario diera vida idéntica a la que evolucionó en la Tierra cuando todavía hoy, en 2024, los astrónomos aún discuten si eso sería posible o no.

Pasado por alto eso Lawrence y Butterworth no se recataban ya lo más mínimo. Así sigue a fecha de hoy sin saberse bien por qué clase de azar cósmico en Elekton -el planeta que giraba en torno a dos soles gemelos y, aun así, permitía el florecimiento de una rica vida evolucionada, animal, vegetal y “humana”- la Arquitectura de los vorganos y otros pueblos rivales o aliados suyos mezclaba la de Grecia y Roma con edificios retrofuturistas propios del diseño terrestre del siglo XX.

Algo que también se trasladaba a su tecnología y ajuares. Así lo mismo se podían ver en la ciudad de Trigan, capital del Imperio, tanto gentes montadas en “kreeds” (ni más ni menos que lo que en la Tierra se llama “caballos”) y vistiendo armaduras casi idénticas a las del Imperio romano en la época de Augusto, como pilotos de naves “atmosféricas” propulsadas o con energía atómica o con motores convencionales no demasiado preocupados con la cuestión de la contaminación, dados los humos que soltaban. Los atuendos para los pilotos de estas naves eran, por otra parte (salvo los necesarios matices estéticos), los propios de los pilotos humanos de mediados del siglo XX. Incluidos los característicos cascos de “medio huevo” tan utilizados en la época en la que Lawrence y Butterworth daban rienda suelta a su imaginación sobre la ancha superficie de Elekton, haciendo, realmente, lo que querían con la Historia y otras ciencias…

Uno de los discípulos de Lawrence, Liam Sharp, lo comentaba jocosamente en las palabras preliminares al primer volumen de esta edición de “El Imperio de Trigan” que Dolmen Editorial ha puesto a disposición de un añorante público español. Decía Sharp que su maestro, Don Lawrence, había dado vida, durante años, a un mundo tan inverosímil, y bizarro, como el que acabo de describir. ¿Cómo consiguió que tanto público “tragase” con ello? Para Liam Sharp no hay duda de que fue gracias al sugestivo dibujo hiperrealista de su maestro…

No seré yo quien le quite la razón. Es más: es posible que gracias a eso algunos hasta decidiéramos hacernos historiadores para saber de dónde podía haber salido tan extraña historia como la del Imperio de Trigan. Algo que, tal vez, haría que Newton, Darwin, muchos historiadores (empezando acaso por Edward Gibbon) disculpasen la audacia de Don Lawrence y Mike Butterworth que, puestos ante cada página en blanco (por la que cobraban tan sólo una libra esterlina una vez acabada) crearon no sólo un mundo nuevo sino una Física nueva, una Astronomía nueva, una teoría de la evolución nueva… Y, por supuesto, una Historia nueva que, sorprendentemente, reproducía a trompicones la Historia humana del planeta Tierra en otro lejano planeta de no se sabe bien qué galaxia y bajo dos soles gemelos para pasmo de etnólogos, antropólogos, historiadores del Arte, historiadores a secas… Toda una hazaña, sin duda, que debería ser concienzudamente anotada en los libros de esa misma Historia humana saqueada tan a fondo por Don Lawrence y Mike Butterworth.

Y conste que esto lo digo sin intención sarcástica, recomendando, por el contrario, leer “El Imperio de Trigan”. Pues ese puede ser, después de todo, un muy buen método para activar la curiosidad y las dudas que lleven a buscar la lejana verdad que inspiró a Mike Butterworth y Don Lawrence y así conocer mejor nuestra verdadera Historia. Por ejemplo la que escribieron, en su día, otros esforzados ingleses. Como Edward Gibbon…

Un paseo por el pasado

Sobre el autor

Carlos Rilova Jericó es licenciado en Filosofía y Letras (rama de Historia) por la Universidad Autónoma de Madrid y doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco. Desde el año 1996 hasta la actualidad, ha desarrollado una larga carrera como investigador para distintas entidades -diversos Ayuntamientos, Diputación de Gipuzkoa, Gobierno Vasco, Universidad del País Vasco...- en el campo de la Historia. Ha prestado especial interés a la llamada Historia cultural y social, ahondando en la Historia de los sectores más insignificantes de la sociedad vasca a través de temas como Corso y Piratería, Historia de la Brujería, Historia militar... Ha cultivado también la nueva Historia política y realizado biografías de distintos personajes vascos de cierto relieve, como el mariscal Jauregui, el general Gabriel de Mendizabal, el navegante Manuel de Agote o el astrónomo José Joaquín Ferrer. Es miembro de la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza


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