Por Carlos Rilova Jericó
Entre las muchas capacidades de la Prensa está la de sorprender a su público asiduo. Algo que no caduca con el tiempo. Es así que cuando los historiadores buscan entre viejos periódicos, con más de cien años, suelen aparecer muchas cuestiones que resultan, sin duda, sorprendentes. Y eso seguro que no es ninguna sorpresa para quienes leen frecuentemente este correo de la Historia.
Hoy vuelve así esta pagina sobre esas sorpresas que da la Prensa histórica en medio de la ya habitual resaca política provocada por la cuestión de la cada vez más polémica celebración de la Fiesta Nacional de España basada en conmemorar, cada 12 de octubre, el descubrimiento (para Europa) del continente que se acabó llamando América.
Una vez más hemos visto proclamas políticas encendidas (e incendiarias) polemizando sobre que el papel de España en ese asunto fue, aparte de desastroso, el de asesinos de masas, el del robo de todo el oro americano para malgastarlo en -supuestamente- absurdas guerras en Europa y otras simplistas simplificaciones históricas que han sido contestadas con un ambiguo silencio oficial perdido por los pasillos de recepciones oficiales y desfiles militares y por españoles que ya no asimilan bien una Historia tan retorcida y andan -con diversos grados de acierto- a la razonable busca de visiones más ponderadas de lo que se supone se conmemora cada 12 de octubre.
El correo de la Historia de esta semana, precisamente, va a tratar de aportar a todo ese huracán político un dato poco conocido, sacado de la Prensa de hace cien años, que -así lo espera este historiador- contribuya a enfriar y a orientar muchas cabezas que, como decía Antonio Machado, son más dadas a embestir con estas cuestiones que a pensarlas con calma y aprovechar ocasiones como las del 12 de octubre para recordar -con sensatez- unos hechos históricos que ya no tienen vuelta atrás y que esos países a los que tanto envidian algunos en esta sufrida Península -como Gran Bretaña o Estados Unidos- gestionan con su habitual flema y, sobre todo, con más astucia.
Los hechos recogidos en los periódicos de hace exactamente cien años, descontado un día, pues todo ocurrió, en Madrid, un 12 de octubre de 1925, nos dicen que en esa fecha se celebraba en toda España y en América -de Norte a Sur, incluyendo Brasil- el descubrimiento para el Viejo Mundo de ese otro continente entre el Atlántico y el Pacífico.
Un periódico netamente madrileño, “El Sol”, contaba además que en la capital de España se habían celebrado grandes fastos con esa ocasión. Y ahí es donde empiezan las sorpresas para nuestra época lanzada a degüello sobre la fecha del 12 de octubre. Así, en la primera página de la edición de 13 de octubre de 1925 de ese diario, se publicaban dos fotos que hoy parecerían contradictorias, imposibles. En una se veía al embajador de Venezuela, vestido de riguroso chaqué leyendo un discurso en la Plaza del Marqués de Salamanca en el acto de la colocación de la primera piedra al monumento a Simón Bolívar que se pensaba inaugurar allí. Sí, han leído bien: una estatua en Madrid dedicada a Simón Bolívar, el principal destructor de la rica y extensa América española, autorizada por un gobierno, el de Primo de Rivera, que hoy se calificaría por los que protestan contra el 12 de octubre como claro y acérrimo enemigo ultraderechista…
Un poco más allá, en esa primera plana de “El Sol” se publicaba una fotografía amplia donde se veía una formación de boy-scouts (“exploradores” según la hipercorrección primorriverista) formados ante otra estatua de carga histórica opuesta: la del soldado Eloy Gonzalo en El Rastro madrileño, el popularmente conocido como “héroe de Cascorro” al que se homenajeaba por una hazaña totalmente contraria a la de Simón Bolívar. En este caso la de presentarse voluntario para volar con una lata de petróleo una posición de los independentistas cubanos en 1896.
¿Cómo era posible semejante contradicción en un régimen, el primorriverista, que proclamaba haber dado un golpe de estado para salvar a España de la postración que, se suponía, venía sufriendo desde 1824, desde 1898…?
La respuesta a esa pregunta, creo, resulta bastante reveladora de como, dando tumbos por la Historia de España, hemos llegado a lo que hemos llegado cada 12 de octubre.
Se suele decir que de buenas intenciones está empedrado el Infierno. En el caso de la dictadura primorriverista eso es totalmente acertado. El golpe de septiembre de 1923 fue recibido con aplauso unánime al principio. Parecía la única solución al callejón sin salida político al que había llegado la España de la Restauración. Incluso Manuel Azaña, el futuro presidente de la Segunda República, se alegró, en sus propias palabras, de ese “escobazo” a una clase política corrupta e inoperante. Pero cosa bien diferente es que la dictadura primorriverista, ese régimen de ordeno y mando, tuviese el suficiente criterio técnico para llevar a cabo esa tarea de regeneración política. Los historiadores que la han estudiado a fondo -González Calleja, Casals, Quiroga..- han llegado, sin dudas, a esa conclusión. Y ese episodio de la estatua de Simón Bolívar celebrada un 12 de octubre de hace cien años, es una nueva confirmación de esa falta de criterio. O, peor, de la Política poco original y de cortos vuelos del bienintencionado primorriverismo.
Y es que con ese gesto aquella dictadura no inventaba nada nuevo. En efecto, la idea de que una antigua metrópoli aceptase estatuas de generales que habían destruido sus imperios, no era una novedad. De hecho Primo de Rivera sólo imitaba lo que cuatro años antes había aceptado Gran Bretaña, accediendo a erigir en Londres una estatua dedicada a George Washington regalada por el estado de Virginia con motivo de las buenas relaciones existentes, en 1921, entre las antiguas colonias inglesas de América y Gran Bretaña…
Por ese sendero oscuro avanzaba pues la Política “regeneracionista” de Miguel Primo de Rivera. Es decir: imitando, con poca prudencia, el modelo anglosajón de buenas relaciones con las antiguas posesiones americanas. Algo que dejaba claro la página dos de “El Sol” publicado el 12 de octubre de 1925, donde se daban más detalles sobre el ambiente en el que se había aceptado erigir un monumento a Simon Bolívar en Madrid.
Ahí se decía que las autoridades primorriveristas habían ofrecido a los representantes de las repúblicas latinoamericanas, junto con el embajador de Estados Unidos, un banquete en el Hotel Ritz para celebrar la que el alcalde de Madrid en esas fechas describió como una comida de familia. Una en la que España abrazaba a sus hijas americanas y el embajador argentino pronunciaría un sentido discurso, en esa línea de hermandad y unidad, aprovechando que en esos momentos se inauguraba el cable transatlántico que permitía la comunicación directa entre España, Argentina, Uruguay y Brasil. En ese sentido el argentino destacaba que, a futuro, las veinte repúblicas americanas cantarían siempre la grandeza de los españoles a los que, sin rubor alguno, calificaba como “sus conquistadores”…
Aprovechaba también el embajador argentino para resaltar la gran hazaña militar del momento acuñada por el Directorio primorriverista. Es decir: el desembarco de Alhucemas que según ese diplomático había admirado no sólo a España sino al mundo entero y que él comparaba con otras gestas como la de la travesía de Colón, el descubrimiento del Pacífico o la vuelta al mundo de Elcano.
Obviamente con ese panorama, el Directorio primorriverista podía sentirse, en 1925, satisfecho. Al menos a corto plazo. A medio y largo plazo parece evidente que el resultado ha sido justo lo contrario de lo que hubiera deseado ese régimen. Así en España vemos partidos como Unidas Podemos manifestarse en contra del 12 de octubre alegando genocidio, saqueo y pidiendo “decolonizar” la Historia. Y en muchas de esas veinte repúblicas de las que hace cien años hablaba el embajador argentino, no se celebra ninguna fiesta de la Hispanidad. Así, por ejemplo, en la Argentina del supuestamente rompedor Milei tenemos, todavía, “el Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. En Bolivia “El Día de la Descolonización”. En la Venezuela bolivariana, sin sorpresa alguna, se celebra “El Día de la Resistencia Indígena”…
Por encima de todo esto lo que sobrevuela (y es lo que más importa al historiador) es esa hoy famosa “decolonización” que no es más que una consigna política donde se pretende aniquilar una parte sustancial de hechos históricos. En la misma línea de lo que se hacía en 1925, pero esta vez desde el signo político opuesto. Una cuestión ésta sobre la que, tanto en España como en América, se debería pensar (y no embestir) cada 12 de octubre, reflexionando acerca de qué clase de manipulación interesada se operó desde 1824 hasta hoy. Esa que finalmente fue lamentada incluso por el mismísimo Simon Bolívar (aquel George Washington fallido) al que de manera bastante incoherente la dictadura primorriverista quiso dedicar una estatua en pleno centro de Madrid hace ahora cien años.
Empeño culminado, por cierto y para más sorpresas, durante el Tardofranquismo…