Por Carlos Rilova Jericó
Esta semana el correo de la Historia cumplirá una de las funciones oficiosas que se le atribuyen. Es decir, la de dar a conocer actividades de la Asociación de historiadores guipuzcoanos o de alguno de sus miembros.
En este caso se trata de la presentación este próximo día 8 de noviembre, a las 19:00, en la biblioteca de la Diputación Foral guipuzcoana Koldo Mitxelena, de un libro titulado “La plata embustera”.
Su autor es uno de los socios más jóvenes de esta Asociación, Iker Echeberria Ayllón, que, en su día, junto con otro autor, ya nos dejó aquí mismo una primicia de lo que parecen los inicios de una brillante carrera como historiador.
En este caso escribió sobre el origen de una palabra bien conocida por los donostiarras autóctonos y por esos millares de turistas que nos visitan ya prácticamente en cualquier época del año. A saber: “zurito”. La medida más pequeña de cerveza que se puede pedir en un bar de estas latitudes desde las que escribo y que, en contra de lo que pudiera parecer, fue así bautizada por uno de los muchos toreros que, a mediados del siglo XX, ejercían en la Semana Grande donostiarra.
Abundando en esa misma línea, Iker Echeberria acaba ahora de culminar, y publicar merced a la Universidad del País Vasco, “La plata embustera”.
¿Qué es este libro? ¿Qué es lo que contiene? Bien, quienes acudan a la cita de este 8 de noviembre lo podrán descubrir (casi con toda seguridad) leyendo esta pequeña obra magna al calor de los fuegos del invierno, después de oír a su autor.
Para quienes no puedan estar allí este miércoles, les diré que “La plata embustera” es, según su subtítulo, un libro sobre “Emociones y divorcio en la Guipúzcoa del siglo XVIII”…
Este subtítulo quizás nos aclara algo más las cosas sobre qué clase de libro es “La plata embustera” pero, lógicamente, esa obra es más, mucho más.
Para empezar “La plata embustera”, gracias a los buenos oficios de su autor, recoge para la Historiografía vasca (y por ende, española) el testigo de los últimos avances en ese campo del conocimiento.
Es decir, los desarrollados por la escuela francesa de los “Annales” y, sobre todo, los de la escuela italiana de la llamada “Microhistoria”. En otras palabras, “La plata embustera” consolida y da el espaldarazo en nuestra manera de hacer y escribir Historia a lo que ya tiene décadas de práctica en esos famosos “países de nuestro entorno”.
Con “La plata embustera” queda claro que no se ha interrumpido, y continúa por buen camino, la labor inmensa de figuras del prestigio de un Julio Caro Baroja (o de otras más “amateurs” pero no por eso desdeñables, como el padre Lasa), de un Alfonso de Otazu y Llana, de un Jesús Arpal, de una Dolores Valverde o de una Paloma Miranda de Lage y de muchos otros y otras profesionales de la Historia vasca que pueden descubrir en las páginas de “La plata embustera”.
Esta es una noticia tranquilizadora, que nos dice que, pese a todas las dificultades y crisis económicas y políticas, los últimos cuarenta años no han transcurrido en vano y, aunque sea poco a poco, la Ciencia (como quería sir Francis Bacon) sigue avanzando también en estas latitudes que se extienden al Sur de los Pirineos. Donde, como es bien sabido (sobre todo para quienes siguen este correo de la Historia) las cosas no han ido muy bien.
Sí. “La plata embustera” es un libro que podrían haber firmado un Carlo Ginzburg o un Carlo María Cipolla. Los grandes nombres de la Microhistoria a nivel mundial. De hecho, “La plata embustera” es un libro que podrían reivindicar como propio muchos maestros en el campo de la Historia. A muchos de ellos, como Johan Huizinga o Lucien Febvre, desde luego, los encontrarán mencionados en las páginas de “La plata embustera”.
Pero, además de eso, esta obra de Historia con mayúsculas, es una historia de la que es difícil despegarse. En las páginas de este libro, que es sólo un capítulo de las investigaciones que está realizando su autor como tesis doctoral, hay Historia cuantitativa, económica, social… toda ella elaborada con una rara maestría que no suele ser común encontrar antes (o incluso después) de haber obtenido el título de doctor. Pero “La plata embustera” es también el retrato, recuperado en los archivos, de personas de carne y hueso, reales. Casi tangibles gracias a la esmerada escritura de su autor.
Personas como el capitán Martín de Elgorriaga y su desgraciada mujer, Manuela de Burgoa (a la que, después de leído el caso, dan ganas de abrazar y dar palmadas en su cansada espalda), que, sin ser apenas conscientes, dejaron su historia personal escrita en cientos de folios de decenas de legajos y documentos repartidos por varios archivos como el Diocesano de Pamplona o el Histórico de Euskadi.
De allí los ha sacado Iker Echeberria Ayllón para devolverlos a la vida. Gracias a ese esforzado trabajo volvemos a oír, casi a ver, al capitán Martín de Elgorriaga haciendo fortuna a finales del siglo XVII -como muchos otros vascos- en el vasto imperio español. En los filones del Cerro Rico de Potosí. Lo podemos seguir volviendo a aquella España que, aun dirigida nominalmente por un rey supuestamente “hechizado”, domina a buena parte de Europa, que se vuelve a ella, y a su plata, buscando ayuda contra la tiranía que quiere imponer sobre el continente Luis XIV.
Es una historia de esfuerzo personal, de, como dice el autor del libro, un hombre hecho a sí mismo. Uno de esos que los anglosajones describen como “self-made man” pero que, como muchos de estos emprendedores y capitanes de empresa, oculta, bajo la brillante superficie de la riqueza y el éxito, oscuros secretos.
Unos que sólo se descubrirán cuando salga del Virreinato del Perú, de la actual Argentina, y vuelva a España y a su solar original guipuzcoano, en Usurbil, para continuar su carrera de honores y éxitos; representando en aquel Gran Teatro del Mundo de su contemporáneo, Calderón de la Barca, la gran tragedia de su éxito. El que lo ha hecho un hombre rico pero, al mismo tiempo, por su propia imprudencia, lo ha dejado sumido en los abismos de una locura espasmódica. De un tormento que viene y va y que, como nos describe Iker Echeberria (una vez más con mano maestra), lo convierte en una especie de fantasma que vaga, algunas noches, por las estancias de su lujosa casa de San Sebastián.
Aterrorizando a sus criadas y, sobre todo, a su esposa, Manuela de Burgoa, con la que contraerá un matrimonio maldito desde el principio. Uno que parecía más pensado para ejercer una venganza digna del conde de Montecristo, que el de alguien que no debía de haber sido, en otras circunstancias, nada más, ni nada menos, que otro hidalgo vascongado que había prosperado gracias a ser vasallo de un imperio que abarcaba medio mundo…
Al final, por supuesto, la intriga se resuelve y la verdad histórica sale a relucir en las páginas de “La plata embustera” pero, claro, eso es algo que deben descubrir ustedes mismos leyendo ese libro -de Historia en el sentido más amplio del término- que, desde luego, no les hará perder el tiempo…
Una aventura que pueden empezar este mismo 8 de noviembre en la sala principal del Koldo Mitxelena. O preguntando por “La plata embustera” a su propio editor, a quien también hay que agradecer, desde luego, el rescate de esta otra cara de la Historia vasca. No por menos conocida, menos cierta o necesaria… https://web-argitalpena.adm.ehu.es/listaproductos.asp?IdProducts=UHHNM177093