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Lorenzo Mejino

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Boss: radiografía de la corrupción

Boss (jefe, en inglés) es la serie de televisión que mejor describe estos tiempos modernos de podredumbre política. Si alguna vez han deseado que alguien se atreviera a contarles las cosas como ustedes creen que funcionan, están ante una ocasión pintiparada. Todos los mecanismos que maneja el poder son descritos al mílimetro y el espectador es testigo de una catarata de imágenes y conversaciones que le atacarán directamente al corazón. Boss es, en definitiva, una radiografía de la corrupción.

Ficha: Boss (2011-12), dos temporadas con dieciocho capítulos (8+10) que rondan los sesenta minutos. Creada por Farhad Safinia y emitida por la cadena Starz, Canal + la ha retransmitido en España.

Sinopsis: El alcalde de Chicago, Tom Kane, sufre una enfermedad neurodegenerativa que le provoca trastornos de todo tipo en su vida diaria. Kane trata de ocultarlo para seguir con su rutina en el despacho más influyente de la ciudad, donde conoceremos su relación con los poderes fácticos del entorno.

El inicio: Farhad Safinia (4) y Gus Van Sant (3) son el alma máter de Boss. Safinia desarrolló el guión inicial despues de finalizar el guión de ‘Apocalypto’ y, con la colaboración de Kelsey Grammer, diseñaron la primera temporada de ocho capítulos que vendieron a la cadena de cable Starz. Con la luz verde de la cadena involucraron a Gus Van Sant como realizador de  los dos primeros episodios y marcaron  la estética de la serie. Está completamente filmada antes de iniciarse su emisión, hecho habitual en las cadenas de cable. En esta imagen los tienen posando junto al productor ejecutivo Brian Sher (1), el actor Kelsey Grammer (2) y la productora Stella Bulichnikov (5).

La trama: Boss toca muchos de los temas de actualidad (¿más bien problemas?) que puedan suceder en una gran ciudad del siglo XXI y lo hace con absoluta minuciosidad. Apoyada en su particular estilo visual, con abundancia de slow motion (cámara lenta), encuadres imposibles, planos cortos y picados/contrapicados, nos sumerge en una atmósfera subyugante donde nadie se fía de nadie. Un microcosmos plagado de malhechores y delincuentes de guante blanco en el que sólo asciende y sobrevive el que más habilidad demuestra en el sendero de la ilegalidad.

La serie te atrapa desde la primera escena, soberbia, y sugiere con celeridad que estamos ante un producto que se sale del patrón más común. Conviene avisarles de que sus guiones son densos y elaborados, por lo que exigen una máxima atención para salir vivo de la maraña de hechos, lugares y personajes que se relatan. El alcalde y su grupo de colaboradores deberán lidiar con concejales, empresarios, senadores, fiscales, gobernadores… en una exhibición de acuerdos y polémicas de diversa índole en la que la democracia es la gran perdedora. Y los espectadores somos los ciudadanos, que contemplamos atónitos el proceder de los hombres que ostentan el poder. Un poder que corrompe a los que lo tienen y también a los que lo ansían.

Boss muestra con nitidez cómo alcanzar la cima exige ir sobrado de ambición, aunque ésta te pueda ocasionar graves problemas de vez en cuando. Al mismo tiempo, el sexo es otro de los trampolines en ese camino hacia la conquista. Las escenas de este tipo son numerosas, prácticamente una por cada capítulo, y a buen seguro que escandalizarán a los más recatados. A modo de moraleja, podríamos decir que todo vale en esos ambientes tan sórdidos.

Quizá la serie decaiga un par de gotas cuando se centra demasiado en las alucinaciones del alcalde, en uno de los efectos colaterales del tratamiento de choque, pero también es verdad que es necesario mostrar esas desconcertantes imágenes para comprobar cómo su control de las cosas empieza a tambalearse. Es, con todo, un recurso un tanto reiterativo que acaba cansando.

Como contrapunto optimista, tenemos la figura del periodismo para salvaguardar a la ciudadanía de los corruptos. Es un recurso clásico que pretende dejar abierta la puerta de la esperanza aunque, desde luego, todos tenemos miserias para esconder y en el siglo XXI creo que nadie está en condiciones de dar lecciones. Pese a que sea una tentación…

Personajes: La serie pivota en torno a la figura de Kelsey Grammer, el mítico Frasier, que aquí vuelve a hacer un papelón atrayendo todas las miradas. Su interpretación roza la excelencia y consideramos que su mérito es enorme, porque no es nada fácil pasar página después de pasar a la memoria colectiva de la gente como el gran Frasier. La academia de la televisión le reconoció su labor y debajo de estas líneas le pueden ver posando sonriente con el Globo de Oro al mejor actor de 2012 por su trabajo en Boss. Kelsey se impuso a Damien Lewis (Homeland), Steve Buscemi (Boardwalk Empire), Bryan Cranston (Breaking Bad) y Jeremy Irons (Los Borgia).

La caracterización que realiza del alcalde despiadado que pisa a quien haga falta para mantener sus privilegios te sacude las emociones más primarias. Les hablamos de un monstruo político sin escrúpulos, que quita y pone cargos con la facilidad más absoluta, y que como dice mi compañero de fatigas de este blog provoca que Maquiavelo a su lado sea un mero novato… Kane es un luchador nato y disfruta siendo el instigador de diversos complots de compleja ingeniería. Lo vemos a punto de besar la lona pero el hombre nunca se rinde. Siempre se levanta.

La galería de secundarios, por su parte, es tan amplia como plena de talento. La actriz Connie Nielsen (a quien han podido ver en una imagen anterior) interpreta a la mujer del alcalde (Meredith Kane), una persona fría y calculadora que se mueve como pez en el agua en los ambientes más elitistas de la ciudad. La relación que ambos progenitores mantienen entre ellos y con su hija Emma (Hannah Ware) no es la ideal y la enfermedad del padre, a priori una oportunidad para reconducir las cosas, desencadenará todo tipo de terremotos.

El alcalde se rodea de un grupo de asesores, a cada cual más despiadado, que dominan los mass media y los rituales de comunicación para elegir el contenido y el continente de los mensajes. De todos ellos me quedo con Kitty O’Neill (Kathleen Robertson), una de las sorpresas más agradables de la serie. Seguramente muchos se acuerden de ella por su papel en la mítica ‘Sensación de vivir’ y, al igual que hace su compañero de reparto Kelsey Grammer, en esta ocasión se transforma para interpretar a la asistente personal del primer edil de Chicago. En gran parte de la serie demuestra una personalidad de acero, impertérrita ante los escándalos que le rodean en su quehacer diario, pero varios encontronazos con Ben Zajac (Jeff Hephner), el tesorero de Illinois y un adúltero empedernido, le devolverán a un estado de fragilidad del que le costará salir.

El principal papel del periodismo recae en un voluntarioso Troy Garity, mientras que Rotimi Akinosho ejemplifica al chico de los suburbios, enfrascado en la droga, que con tanta frecuencia veíamos en los capítulos de ‘The Wire’. La nómina de políticos a describir es extensa pero cabría decir que todos comparten un rasgo en común: ninguno se salva de la quema. No hay personajes buenos en Boss y la desazón, por tanto, manda en la digestión de los capítulos.

Aquí les dejo un tráiler de la primera temporada (en inglés con subtítulos en castellano). La envolvente canción que suena en la segunda mitad del vídeo, sintonía de la serie, se llama ‘Satan Your Kingdom Must Come Down’, de Robert Plant, el que fue cantante del mítico grupo Led Zeppelin.

El final: Lamentablemente para sus seguidores, entre los que nos encontramos, la serie no ha sido renovada para una tercera temporada. Boss contaba con una óptima valoración por parte de los críticos pero no ha calado en la audiencia, como atestigua la discreta cifra de 360.000 espectadores de media por cada episodio. Así, la cadena por cable Starz ha anunciado su cancelación aunque la trama podría tener una resolución definitiva en forma de película si las negociaciones que está manteniendo con Lionsgate TV, la productora de la serie, llegan finalmente a buen puerto. En realidad, varios cabos quedan sueltos tras terminar el último capítulo aunque para algunos la serie no tenía mucho más recorrido y, desde ese punto de vista, es contraproducente estirar el chicle.

Remake español: Es lo que ustedes ven cada día en los informativos. No hace falta decir más.

Boss, una serie diferente, valiente y moderna. Una serie que habla sin tapujos sobre la ambición y el poder y que, posiblemente, les hará replantearse muchas cosas del funcionamiento de las grandes instituciones. Una serie que les afectará si la ven bajo el prisma de un documental pero que entendemos necesaria para comprender cómo hemos llegado hasta este punto. Nadie hasta ahora había dejado las cosas tan claras. Nadie había lanzado un discurso tan arrollador como contundente.

Si quieren hacer algún comentario, estamos disponibles aquí o en nuestras cuentas de Twitter (@lmejino y @jefoce). Un placer.
Lorenzo Mejino/Mikel Madinabeitia

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