Hace años que Robert Paker, el gran gurú del vino, está en el ojo del huracán. Odiado y amado a medias por todos los bodegueros porque se encarga de dar unas puntuaciones que te ponen el vino en el mercado produciendo el efecto  “me lo quitan de las manos oiga” que hace que el precio se dispare sin saber muy bien porqué razón un vino que valía 10 hacerlo, al día siguiente la puntuación hace que valga 30, si es el mismo vino.

En cualquier caso, además de los que despotrican porque no reciben una puntuación alta, están los que hablamos de la “parkerización” de los vinos. Con el tiempo y sus puntuaciones ha hecho que todos los vinos se acaben pareciendo. Vinos muy potentes, sobrados de todo, concentrados de frutas, en un tiempo imbebibles y, lo peor de todo, la mayor ofensa, que son vinos que, supuestamente, no aguantan el paso del tiempo, lo que ha hecho pensar que no se pueden tomar tintos serios con más de 5 años de vida.

Aunque ya se sabía, desde el principio del mundo Parker, que él no cataba los vinos españoles, sí parecía que quien lo hacía, Jay Miller, era amigo suyo, era de su grupo de cata desde los comienzos y por eso tenía unos gustos parecidos y puntuaba según los gustos del jefe. El problema es que Jay Miller sólo empezó a visitar las bodegas españolas después de años de estar catando y puntuando los vinos en los EEUU, además, por lo que dicen las lenguas de doble filo le gustaba más un gin tonic que una buena copa de vino.  Problemas por salirse de la filosofía “manos limpias” de Parker hicieron que le defenstraran. Entró Neal Martín que ha durado escasos meses pero que ya he dejado una impronta, se empieza a ver cierto cambio con respecto a años anteriores. En sólo un informe sobre Ribera del Duero no ha pasado un sólo vino con sobreextracción, se buscan ahora vinos más sutiles y elegantes.

Sale Neal Martin, entra Luis Guiterrez como nuevo hombre de Parker para España, Chile y Argentina.  Luis es la persona que más ha influido en mi manera de ver el vino. Es una persona tranquila, amable, educada y que tiene todo lo que hace falta para saber de vinos porque le apasiona y lo vive como si no hubiera otro mundo más allá del vino (de hecho no lo hay), hace ya muchos años me senté con él en un restaurante de Madrid y vi todo lo que había detrás de un buen catador, se bebe y se disfruta sin bobadas, reconoces un defecto y apartas el vino, ya está, todo lo demás forma parte del disfrute, si tiene sotoboque o fruta madura da igual lo importante es que el vino cumpla tus expectativas de disfrute. Aún hoy recuerdo el Sassicaia que compartimos.

Aquel día de hace años Luis me dijo claramente, esto del vino no nos dará para comer, pero nos da para beber y ya está. Hoy él ya no puede decir lo mismo, ya le da para comer, tendrá que observar a sus enemigos y cuidarse de sus amigos porque le toca un trabajo difícil y oirá muchas burradas.  Es lo que toca, al menos sabemos que conoce las bodegas y a los productores, que se pateará lo que haga falta para conocer las cosas que hay, que será insobornable y estaremos más de acuerdo con sus gustos, así que Parker ahora nos cae mejor.

Desde que empezámos en los iRekonductibles Luis Gutiérrez ha venido todos los meses de mayo y a esta cita tampoco ha faltado. Estos fueron los grandes vinos que tomamos en la bodega de Rekondo recordando especialmente ese blanco del 93 llamado Misela de Murrieta que aún nos preguntamos por qué dejaron de hacerlo, un Oporto para quitarse el sombrero y uno de los vinos americanos más difícles de encontrar un Sine Qua Non del 97 Impostor McCoy. En la cena hubo muchos más y sólo dos españoles: Un Jerez de hace 50 años y un Mauro del 79, la segunda añada que hacían y que llevaba garnacha y hasta la vairedad blanca albillo.  Como siempre fue un día inolvidable, sólo nos queda esperar que haya muchos más meses de mayo con él y su/nuestro amigo Ignacio.

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