Era una tarde preciosa de finales de primavera, ya se acercaba el verano así que Alberto había tenido suerte en elegir aquel día para esa comida en el campo que había decidido tener. Prepararlo no había sido nada fácil, Rosa tenía sus manías, para empezar eso del campo no le gustaba mucho, era un poco más especial, así que tuvo que cuidar todos los detalles, el lugar que había elegido era un lugar ideal, una explanada junto al río, hierba baja como recién cortada pero aún y todo llevaba un mantel precioso y enorme para que pudieran sentarse cómodamente los dos, pero si eso fallaba, si veía una pequeña mueca a unos cuantos metros había una zona preaprada, pero ese era el plan B.
Otro de los detalles era el vino, tenía que ser perfecto, tenía que cumplir todas las expectativas, por supuesto que le tenía que gustar pero, además, tenía que tener una historia y Alberto pensó que con un vino de Remelluri iba a poder lucirse. A ella le gustaba el arte y podía contarle que Telmo Rodríguez, el hombre detrás de este vino era muy sensible al mundo del arte, incluso había fundado la revista Matador, uno de los iconos en el que se unían a la perfección el mjundo del arte y el del vino, incluso había conseguido un número antiguo que había encontrado en ebay para enseñárselo. Y había pensado en la comida que llevaba, los embutidos de categoría, los sandwiches de la coronación que había aprendido a hacer de los chicos de The Glutton Club y recordó algún momento en un restaurante cuando Rosa se enfadó por un vino nuevo y potente que le había estropeado la comida. Por eso eligió este Lindes de Remelluri 2009 por 12 euros en el vinoteca Goñi en la calle Aldamar de San Sebastián. Con este se aseguraba que iba a quedar perfecto, un vino elegante, con mucha alegría porque tiene mucha fruta, pero de esa fruta elegante que entra bien y que se difruta, con su toque tan justo de madera que ni se le nota, estaba seguro que le iba a gustar.
Y llegó el momento. Se puso nervioso aunque después de la segunda copa ya se tranquilizó, vio que a ella le gustaba mucho aquel vino y todo surgió como esperaba:
¿Te gusta el vino? – preguntó él.
Muchísimo, me gusta mucho este vino respondió ella.
¿Te casarás conmigo? le saltó él.
Claro que sí.
Sólo esperaba que el día de la boda, el año que viene, pudiera hace el día que había hecho esa tarde porque de lo que sí estaba seguro es que el vino de la boda iba a ser Lindes de Remelluri 2010 y esa nueva añada, además, iba a ser diferente porque Telmo lo iba a hacer en base a parcelas muy concretas.
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